El escándalo del alzheimer

¿Por qué no hay cura? para la enfermedad de Alzheimer, o ¿por qué no hay medicamentos que al menos puedan retrasar sustancialmente o mejorar significativamente la enfermedad? Afecta a más de 6 millones de estadounidenses, y ese número está en camino de duplicarse en una generación.

La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad horrible tanto para quienes la padecen como para sus familiares y amigos. Sin embargo, aunque la enfermedad fue diagnosticada por primera vez por el psiquiatra Alois Alzheimer a principios del siglo XX, el progreso en la lucha contra ella ha sido casi inexistente. Lo que es escandaloso es que durante décadas la investigación se ha centrado casi por completo en la hipótesis equivocada.

El Dr. Alzheimer notó en la autopsia del cerebro del paciente con la enfermedad que llegó a llevar su nombre que estaba densamente cargado con dos proteínas llamadas placas y ovillos. Desafortunadamente, la tesis dominante en la investigación sobre la enfermedad ha sido que atacar las placas y, en menor medida, los ovillos, curaría la dolencia y permitiría que el cerebro recuperara su salud.

El propio Alzheimer advirtió sobre centrarse demasiado en las placas y los ovillos como causas. De hecho, algunos enfermos de Alzheimer han demostrado tener pocas placas, mientras que otros que tenían placas no tenían la enfermedad.

No obstante, a pesar de los constantes fracasos (se han desarrollado unos 20 medicamentos que terminaron siendo un fracaso) y el gasto de decenas de miles de millones de dólares, el objetivo principal de la investigación sigue centrado en combatir las placas.

La obsesión con este enfoque sin salida ha sido fanática, casi de culto. Los investigadores que quieren seguir caminos más prometedores se han enfrentado a serios obstáculos. Rara vez el fracaso crónico ha resistido la corrección en algo tan importante.

Es posible que haya oído hablar de un nuevo fármaco llamado lecanemab, que se anuncia como un avance fantástico. Pero lecanemab se basa en la hipótesis de las placas equivocadas. Como señala con tristeza la destacada periodista de políticas de salud Joanne Silberner: "En el mejor de los casos, el lecanemab podría retrasar ligeramente el inevitable declive de un paciente durante unos meses".

Este escándalo de investigación muestra el peligro del pensamiento grupal, particularmente cuando hay una agencia gubernamental poderosa como los Institutos Nacionales de Salud que pone fin a las subvenciones para proyectos sin consenso.

Un caso clásico de pensamiento grupal similar involucró la causa de las úlceras estomacales. La opinión que alguna vez prevaleció fue que el estrés y el estilo de vida eran la causa, y los medicamentos y los regímenes se desarrollaron sobre esa creencia.

Este dogma fue cuestionado por dos médicos australianos, Robin Warren y Barry Marshall. Ellos postularon que el villano era la bacteria y que los antibióticos eran la respuesta para una cura permanente. Cuando no se ignoraron, sus descubrimientos fueron ridiculizados. Solo después de muchos años y una defensa constante, a veces poco ortodoxa, especialmente por parte del Dr. Marshall, el mundo médico aceptó sus verdades. Los dos finalmente recibieron el Premio Nobel de Medicina.

En el caso del Alzheimer, la rígida mentalidad investigadora ha comenzado a suavizarse, pero solo levemente. Para atacar esta rigidez mortal, el Congreso debería celebrar audiencias sobre el tema, comenzando con los líderes de los Institutos Nacionales de Salud.

Fuente: https://www.forbes.com/sites/steveforbes/2023/02/07/the-scandal-of-alzheimers/